Sábado, mañana de invierno. Me despierto en mi dormitorio. Me levanto, me desperezo. Miro por la ventana. Veo los tejados de la ciudad. Y pienso: RuneQuest. Qué buena mañana para una partida antes de comer.
En la cocina. Cojo la cafetera (suelo desayunar café soluble). Abro el paquete de café molido y, cucharada a cucharada, voy llenando el filtro. El aroma del café asciende desde la encimera. Y viene a mi cabeza BattleTech. Los tableros y las miniaturas, una ilustración de un Rifleman pintado de marrón.
Primavera. El buen tiempo comienza, la vida, el ruido en las calles, las aves. Vacaciones de Semana Santa. Príncipe Valiente. Las aventuras de Val en la Corte del Rey Arturo.
No son pensamientos erráticos. Hay un patrón, una repetición de la relación estímulo - imagen evocada.
El Diccionario de la R.A.E. define la sinestesia como la "imagen o sensación subjetiva, propia de un sentido, determinada por otra sensación que afecta a un sentido diferente".
Fueron quizá pensamientos intensos que quedaron fijados en mi memoria inconsciente. La ilusión de la partida, o la ilusión de conocer el juego por primera vez, o un estímulo visual poderoso (una portada, una imagen), o el recuerdo de una grata experiencia: la partida emocionante, los planes ansiosos para probar tal o cual juego. Ilusión, emoción. La clave de las pasiones.
Sé que no puedo ser el único que ha sido sorprendido alguna vez por la sinestesia del rol.
2 comentarios:
¡Yo tengo una sinestesia!
Una casa de campo en una noche de otoño. Partida de Ravenloft a la luz de las velas y un jugador quemándose el flequillo con ellas.
A mí también me pasa. Todos los años, cuando termina el verano y va dando comienzo el otoño, siempre me entran ganas de jugar a D&D. Es curioso cómo funcionan estas cosas.
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