La historia que hoy os cuento comienza hace ya más de dos meses, cuando en la ciudad en la que vivo montaron una "feria del libro antiguo y de ocasión" (o lo que gustan de llamar así).
Debo decir que a mi me gustan bastante estas ferias. Quizá ya no me despierten la ilusión de hace tiempo, pero me sigue picando el gusanillo de mirar entre los libros, y si me entero de que ha habido una de estas ferias y por alguna razón no he podido ir, me queda cierta sensación de desasosiego, como si hubiera perdido la ocasión de encontrar un Necronomicón perdido de segunda mano (y por tres euros).
Pero lo cierto es que, sin ánimo de ofender, esta feria del libro a la que sí pude ir no sé yo si merecía el nombre de "libro antiguo"... ni tampoco lo de "de ocasión".
Normalmente estas ferias, cuando se hacen en plan serio (por ejemplo la decana que se organiza todos los años en el Paseo de Recoletos de Madrid), agrupan a librerías de muy distinto tipo y pelaje, que a grandes rasgos podemos describir a partir de sus dos extremos.
Por un lado está la "librería de antiguo", caracterizada por sus libros de 100, 200 años y más, ediciones princeps, libros de precios exorbitantes (y desorbitados), a las que sólo suelen acercarse dos tipos de paseantes: bibliófilos y despistados. La principal diferencia entre ambos es el tiempo que permanece el libro entre las manos de los susodichos tras comprobar que el precio supera los 30 euros (en el caso de los despistados, entre los que me encuentro, fracciones de milisegundo). Los bibliófilos son gente curiosa, que aunque merece todo mi respeto, muchas veces más que afición a la lectura la tienen a los libros como objeto, sea por su antigüedad, su rareza o su belleza como obra de arte. En no pocas ocasiones se dedican tan sólo a algo tan gris como es la especulación de libros (compro por un pastón y vendo a un pastón y medio); algo que por desgracia puede estar ya tocando al mercado de libros de rol desde hace tiempo.
En el otro extremo se encuentra la "librería de lance", y su versión dura: el puesto de mercadillo donde lo mismo te venden chatarra que libros. Entre ambos extremos podemos encontrar multitud de variantes, que componen la colorida muestra de librerías de estas ferias. Las que más abundan, quizá, son las tiendas de libros "al peso", donde abundan las reediciones de obras a las que ha caducado el copyright (viejos clásicos de la literatura) y por tanto se sacan a precios bajísimos, colecciones de las que regalan periódicos y libros viejos (algunos muy interesantes) que sospecho que pasan de lote en lote entre libreros.
Yo no hace demasiado que he llevado al mundo de los mercadillos y ferias de libro antiguo mi afición por encontrar viejos manuales de rol descatalogados, como tenía que acabar ocurriendo. Por tanto, ya no sólo sigo buceando en las estanterías olvidadas de tiendas de cómics y rol, sino que ahora los que me quieren tienen que soportar que al pasar cerca de un mercadillo o feria se me pongan los ojos saltones y empiece a respirar entrecortadamente, hasta que tengo la ocasión de dar al menos una vuelta rápida por los puestos, fijándome con ojos de rapaz en los lomos de libros de tamaño folio (que para mi decepción suelen ser comic books), a ver si en alguno distingo el codiciado logo rojo/naranja oscuro y negro de Joc Internacional...
La verdad es que echando la vista atrás, creo que no soy el culpable de esta nueva adicción. La culpa la tiene aquella mañana en un mercadillo en la que mientras paseaba la vista sin objeto concreto (o mejor dicho, revisando mecánicamente sin mucha esperanza de encontrar algo que mereciese la pena) encontré un ejemplar de "El Portal de Karshit" de RuneQuest (la historia completa está aquí) perdido entre colecciones de Cimoc, 1984 y el magazine de Ana Rosa.
También hay otro caso. Recuerdo ahora haber visto módulos en español de Dungeons and Dragons en otro mercadillo, entre libros infantiles (algunos dirán: es lo que son). Yo en aquella época no estaba tan interesado por D&D, así que lo dejé correr (al fin y al cabo, no podía seguir metiendo libros y libros en casa), cosa de la que ahora me arrepiento. No recuerdo la edición, pero por algunos detalles que recuerdo sobre colores y dibujos de las portadas, diría que para más inri, serían de la primera... es decir, que dejé pasar la posibilidad de hacerme con unos módulos que pueden considerarse "reliquias" de la historia del rol en español (apurando un poco).
Y hace no tanto encontré un ejemplar de RuneQuest Básico en la librería de segunda mano Alcaná, que se encuentra en el barrio madrileño de Tetuán y cuya fantástica página web (permite búsquedas y pedidos) os recomiendo que visitéis por si las moscas.
Aparte del coleccionismo y cierta dosis de romanticismo o nostalgia por el "rol viejo", la crecida de los precios que últimamente se vive en el rol descatalogado también tiene que ver en este afán de encontrar alguna ganga en tiendas de rol, ferias del libro, mercadillos o donde sea, aunque tengo que reconocer que a mi lo que me mueve principalmente es esa nostalgia de la que hablaba. Por cierto sobre el tema de los precios, no puedo más que estar de acuerdo con la fenomenal entrada de El Faterblog en la que habla de las barbaridades que hemos visto todos en alguna ocasión (Precios sin norte).
Volviendo al presente, en la feria del libro antiguo a la que me refería al principio... ¿había rol? Sí, lo había. ¡Y de Joc! Pero... no lancemos las campanas al vuelo. Se trataba de módulos de James Bond, un juego que siempre me ha parecido muy curioso porque la forma "normal" de jugarse es en esquema Máster + un jugador (nada de la "compañía" de jugadores típica del rol, especialmente de fantasía; en James Bond, el libro parecía "ofenderse" si considerabas la posibilidad de jugar con más de un jugador - como mucho, dos). Por lo demás, los módulos de este juego solían estar muy currados y contener multitud de entregables (mapas, planos, informes, etc) para el jugador.
Un juego muy respetable, pero no de mis preferidos de Joc. Pero al verlos, y creyéndome que era el último día de la feria (el puesto estaba a medio montar), la adrenalina se apoderó de mi y cometí un error de novato: mostrar interés.
Digo error porque ciertos libreros, azuzados por la crisis y por la proverbial habilidad "puño-cerrado" del friki medio (a su vez provocada por lo exagerado de los precios del gremio) han aprendido a recalcular el precio de sus libros en función de la dilatación de la pupila del cliente potencial, la sudoración en su labio superior, o directamente las preguntas que se nos escapan a algunos pardillos.
El problema es que el puesto estaba a medio montar no porque fuera el último día, sino porque era el primero. Si lo hubiera sabido, no hubiera preguntado, sino que simplemente me habría pasado al día siguiente a curiosear. Pero en esos momentos, pesó más la posibilidad de que el libero tuviera alguna joya ya guardada que nunca volvería a estar tan cerca de mi.
Reconozco que durante el intervalo que medió entre mi pregunta sobre si tenía más de la misma editorial y el momento en el que me mostró triunfante un ejemplar de "Cazafantasmas" sentí verdadera emoción. Desgraciadamente, tampoco es éste uno de mis juegos favoritos de Joc (alguno se lo imaginaba), aunque tengo curiosidad sobre el bestiario.
Algo debió ver el vendedor en mi cara que le hizo buscar en sus recuerdos. "Creo que tengo algo de Príncipe Valiente". Golpe crítico. "... pero esos son un poco más caros". Increíble la adaptación al medio del vendedor, ¿verdad? Balbuceé que eso me parecía más interesante, pero para mi decepción el vendedor me dijo que no los tenía a mano, que volviera en unos días, para luego pasar a contar cómo se había hecho con una "nave" de libros. Realmente tengo que decir que gran parte de los libros estaban en unas condiciones bastante malas, apestando a humedad y con grados variables de deterioro; los de James Bond se salvaban por la mínima. Me fui del puesto con la promesa de que buscaría en las cajas que le quedaban por desmontar.
Volví a los dos días; el vendedor no estaba, y la chica que le hacía la suplencia, aun con buena voluntad, no pudo ayudarme. No le sonaban esos libros, y su jefe no le había comentado nada. Idem respuesta cuando volví un par de días después. Despechado, me llevé un ejemplar de "Panorama para Matar" con las cubiertas un tanto deslucidas por un euro. Más tarde en casa, me di cuenta de que como mi mujer me había advertido, ya tenía un ejemplar de ese libro...
2 comentarios:
Este tipo de cosas son las que me hacen desear vivir en una ciudad (solo eso, ojo), y es que todas esas reliquias perdidas siempre acaban en el mismo sitio. Lo malo, como tu bien dices, es que acabas llenando la casa de libros a los que luego vas a darles poco o nulo uso.
Hola, Capdemut, muchas gracias por pasarte por aquí y por el comentario.
Nada, yo creo que ni los mercadillos hacen que merezca la pena vivir en una ciudad :) Siempre se puede coger algún medio de transporte y acercarse a un mercadillo o feria si merece la pena. Y lo peor es lo que me pasa a mi a veces, que viviendo en ciudad no me entere de que haya alguna actividad o sarao que merezca la pena.
Sobre el tema del almacenaje de libros en general y de rol en particular se podrían escribir una entrada o dos... hace poco estuvimos unos colegas hablando de eso, y parece que todos tenemos los mismos problemas.
Yo una parte de los libros los he dejado en casa de mi madre, y en mi casa tengo los que me gusta más hojear... aunque tampoco tengo tantos en general como algunos jugones que hay por ahí!
Un saludo!
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